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Los cuentos de hadas generan fracaso en las relaciones amorosas

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Lo importante es ser feliz, el «para siempre» es lo de menos (y las perdices también). Pero para ello, antes, tendríamos que cambiar un poco

Vivieron felices y comieron perdices. Es la frase que más conocemos, pues desde pequeños nos recuerdan continuamente que el príncipe y la princesa están destinados a conocerse, enamorarse y, por supuesto, vivir juntos eternamente.

Luego llegan las películas, anuncios o publicaciones en redes sociales de conocidos que parecen restregarnos por la cara que el mundo está plagado de bodas perfectas, amores apasionados que se besan bajo la lluvia y lunas de miel exóticas.

La fantasía de los cuentos de hada persiste, sin divorcios, enfados o remordimientos.

Las relaciones amorosas

En comparación, nuestras propias vidas románticas a menudo pueden parecer mediocres y solitarias. Rodeados de presión social y sentimentalismo, podemos juzgar nuestras propias relaciones y parejas (o la falta de ellas) con dureza, haciéndonos sentir como fracasados. Pero el problema no somos nosotros, son los estándares que tenemos.

Rodeados de presión social y sentimentalismo, podemos juzgar nuestras propias relaciones y parejas (o la falta de ellas) con dureza, haciéndonos sentir como fracasados.

Es fácil caer en la idea de que si encontrásemos a la persona perfecta, nuestra soledad se desvanecería, así como nuestros problemas, y seríamos felices. Pero el camino hacia el verdadero éxito romántico no conduce a otra persona ideal, sino que tenemos que ser nosotros los que desarrollemos nuestras capacidades para elegir relaciones mutuamente satisfactorias. (Y nadie nace con esas habilidades).

Todo lo aprendemos, como humanos que somos, con prueba y error. Igual que a caminar y hablar. Gradualmente, corregimos y ampliamos nuestras habilidades, hasta que lo que alguna vez fue un desafío insuperable al final se convierte en algo normal.

Siendo realistas, la única forma de conocernos a nosotros mismos es a través de la práctica y la repetición. En las relaciones pasa lo mismo: las citas malas, los finales catastróficos, las peleas… todo nos enseña. Aunque en ocasiones cometamos el mismo error varias veces. Aprendemos de nuestros errores, así como de nuestros éxitos que aumentan gradualmente.

Superar los problemas puede ayudar, paradójicamente, a mejorar, asegura ‘Psychology Today’.

El miedo al fracaso tiende a paralizar nuestro desarrollo como pareja íntima. Si no podemos tolerar el riesgo de que el amor pueda terminar, es posible que nunca nos permitamos enamorarnos profundamente. O amaremos bajo la sombra del miedo, evitando el conflicto, sofocando el cambio, celosos de todos los posibles rivales, estrangulando lentamente lo mismo que buscamos preservar, mientras nuestra relación se estanca y nuestra conexión se debilita. Evitar el riesgo es también, incluso dentro de una relación, evitar la intimidad.

Por lo tanto, nuestra esperanza de cuento de hadas de una relación inexpugnable y segura es contraproducente. El sentimiento de ser verdaderamente apreciado solo surge cuando damos amor de todo corazón, además de recibirlo.

Un nuevo estándar para el éxito (en las relaciones)

Es buena idea redefinir lo que constituye el éxito y el fracaso en las relaciones íntimas. En lugar de definir una relación fallida como una que termina, deberíamos considerar una relación de cualquier duración como un éxito si ha hecho a ambas personas más felices, al menos por un tiempo, y las ha dejado mejor que cuando comenzó.

Si una relación ha mejorado nuestras habilidades para ser una buena pareja y ha brindado experiencias enriquecedoras para la vida, ha sido exitosa.

Una relación fallida no es la que termina, sino la que hace infeliz.

Dominando el arte del amor

En lugar de juzgarnos con dureza cuando termina un romance, debemos ofrecernos la misma amabilidad que les daríamos a los niños pequeños que se caen mientras luchan por caminar. El camino lleno de baches hacia el amor a veces puede dejarnos llorando, tirados por el suelo, pero si tenemos el coraje de levantarnos e intentarlo de nuevo, ya lo estamos logrando.

Aunque algunas personas afortunadas dominan las artes de la intimidad duradera dentro de los límites de una sola relación, la mayoría de nosotros necesitamos experiencias múltiples y variadas. Desarrollar el autoconocimiento y la fuerza interior necesarios, así como el vocabulario, la gramática y la sintaxis del amor, es el trabajo de toda una vida.

Fuente: El Confidencial

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