«Esta vaina no ha empezado y ya estamos mamados», decía esta semana Rogelio Torres, un vendedor de pasteles de yuca en Teusaquillo, un barrio emblemático de Bogotá.
«Mamados», en colombiano, quiere decir «cansados». Y la queja del vecino se refiere a meses de debates y cobertura mediática sobre unas elecciones que todavía lucen indescifrables.
Este domingo 13 de marzo será la primera de tres jornadas de votación que definirán quien gobernará el país entre 2022 y 2026.
Se eligen dos cosas: las dos cámaras del Congreso y los candidatos que representarán a las coaliciones de izquierda, centro y derecha en la primera vuelta de las presidenciales (el 29 de mayo) y, de ser necesaria, en la segunda (el 19 de junio).
«La campaña en Colombia siempre empieza temprano, pero yo no recuerdo un nivel de intensidad tan grande como el que hemos vivido esta vez», dice el politólogo Juan Fernando Giraldo.
Y no es una cuestión anecdótica, añade: «Esto desgasta a los candidatos, aumenta los presupuestos de campaña y genera un nivel incertidumbre que, en principio, me parece sano».
Hubo un momento del año pasado en el que había 96 candidatos para la presidencia. Hoy quedan 23. Después del domingo, no habrá más de ocho.
El lunes, pues, empieza una nueva campaña hacia la presidencia de Colombia.
Y a pesar de la incertidumbre, hay tres aspectos que diferencian a estas elecciones de cualquier otra en la historia reciente del país.
Tres cosas inéditas de las elecciones que definirán el futuro del país
1. El rol secundario de Uribe y el favoritismo de un candidato de izquierda
Desde que fue elegido presidente en 2002, Álvaro Uribe ha sido un actor crucial de todas las elecciones en el país, ya sea porque buscaba la reelección (en 2006) o porque sus aliados —primero Juan Manuel Santos, que luego se convirtió en su adversario, y después Iván Duque— terminaron ganando.
También en el Senado, donde estuvo entre 2014 y 2020, Uribe fue un movilizador de votos e influencia.
La política en los últimos años estuvo definida por (o en oposición a) el expresidente, pero eso ahora parece haber cambiado: el desprestigio de la presidencia de Duque, los casos judiciales en los que se le investiga a Uribe y el desgaste natural de una figura tan determinante durante dos décadas han hecho del exmandatario un actor secundario en estas elecciones. Al menos hasta ahora.
«Van a ser las primeras elecciones del siglo en que el uribismo no va a definir la elección ni estará en el centro del juego», dice Yann Basset, politólogo de la Universidad del Rosario.
El partido de Uribe, el Centro Democrático, tiene un candidato, Óscar Iván Zuluaga, pero las encuestas no le dan muchas opciones. No participará en las consultas y muchos de sus militantes, incluido Duque, han dicho que votarán en las consultas, en un gesto de militancia por otro partido.
En la derecha el foco está puesto en la coalición Equipo por Colombia; aparentemente, varios exalcaldes se disputarán el domingo lo que para los expertos terminará siendo la candidatura más sólida de una derecha que hasta ahora —y esto también es una novedad— ha estado dividida.
En la izquierda, asimismo, ocurre algo inédito.
El senador, exguerrillero y exalcalde de Bogotá Gustavo Petro es, según las encuestas, el favorito. Casi nadie duda de sus posibilidades de pasar a segunda vuelta. Ningún otro candidato tiene tanta ventaja.
Aunque ha habido candidatos de izquierda populares en el pasado, los analistas creen que esta es la primera vez que uno tiene opciones reales de ganar.
Y si bien hubo presidentes de centroizquierda asociados al Partido Liberal antes (Alfonso López Pumarejo, Ernesto Samper), ningún candidato fuera de la maquinaria tradicional, de origen popular y crítico con el statu quo ha llegado a la presidencia.
Incluso si no gana, el favoritismo de Petro ha sido un suceso político que Colombia no había experimentado antes.
2. La fuerza de las consultas interpartidistas
El domingo los colombianos que quieran votar en las consultas tendrán que escoger una de las tres que están en juego.
En el Pacto Histórico (izquierda) las encuestas vaticinan una victoria clara de Gustavo Petro, pero en la Coalición de la Esperanza (centro) y en el Equipo por Colombia (derecha) la competencia hace difíciles las predicciones.
«En el pasado hubo consultas interpartidistas, pero las coaliciones no habían cooptado tanto las elecciones, porque antes eran más estructuradas y predecibles», explica Giraldo.
Esta vez, en cambio, el resultado de las internas puede sacudir la campaña.
Angélika Rettberg, politóloga de la Universidad de los Andes, lo explica así: «La crisis de los partidos tradicionales, la emergencia de pequeños partidos y el auge de una política donde importa más la personalidad que la ideología han hecho necesarias las coaliciones».
Y Angélica Bernal, de la Escuela Superior de Administración Pública, añade: «El sistema favorece a los partidos grandes y tradicionales, pero como éstos están en crisis, la única forma de aglutinar ha sido con coaliciones«.
Los debates internos de las coaliciones han dominado la cobertura mediática durante meses, opacando la campaña para el Congreso.
Durante los últimos años ningún presidente ha gozado de mayorías robustas en esa cámara: todos han tenido que negociar para gobernar.
Las coaliciones son una respuesta a un escenario político disgregado, diverso.
Pero la pregunta es, según los expertos, si serán un mecanismo pasajero de depuración de candidatos, o un sistema sostenido en el tiempo que permita ordenar el sistema político y aglutinar iniciativas de cara al proceso legislativo.
3. El país de la paz firmada
Estas serán las primeras elecciones en décadas en las que la agenda sobre qué hacer con la guerrilla y el conflicto armado no juega un rol principal.
Las de 2018 se celebraron apenas dos años después de la firma de la paz entre las FARC y el gobierno de Santos. El rechazo al acuerdo impulsó, entre otras cosas, la elección de Duque.
Ahora, en cambio, es raro escuchar a los candidatos hablar del tema: «No solo no se habla de guerra, sino que tampoco de la paz, y creo que ese silencio se debe al cansancio con el tema, pero también a que todos los candidatos ya asumieron que la paz no tiene reversa«, asegura Rettberg.
La politóloga Bernal destaca el auge de nuevos liderazgos y algunos temas de campaña después del proceso de paz: «Vamos a ver si la juventud, esa que salió a protestar y que vio en la paz un espacio para construir una forma de vida distinta, tiene realmente un impacto sobre el sistema político».
En los tarjetones de las consultas y las legislativas hay más mujeres, más afros, más indígenas que nunca. Y esto, según los analistas, va de la mano del cambio político y social que se materializó con el acuerdo de paz, abriendo espacio para hablar de desigualdad, medio ambiente, derechos sociales y corrupción.
De hecho, algunas de las reformas acordadas en el pacto de paz entrarán en vigor ahora, entre ellas la creación de 16 escaños en el Congreso que representan circunscripciones afectadas por el conflicto.
«Incluso con la violencia aún rondando en algunas regiones, y con un gobierno en el poder escéptico del proceso de paz, la campaña ha demostrado, y las elecciones probablemente muestren que el proceso de paz se está cumpliendo«, concluye Rettberg.
Colombia, después de la paz firmada y a pesar de la violencia vigente, es un país distinto. Y estas elecciones probarán si los cambios sociales tienen o no un efecto sobre el poder que representa a los ciudadanos.
BBC News Mundo
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