Atravesamos una serie de cambios de personalidad entre la adolescencia y la edad de adultos: Trabajos, cortes de cabello, relaciones amorosas que van y vienen… Sin embargo, ¿Qué sucede con quién somos en nuestra esencia? ¿Hay cambios de personalidad al envejecer?
La personalidad es el patrón de sentimientos, pensamientos y comportamientos que son exclusivos de una persona. Con respecto a esto, la gente suele pensar que la personalidad es algo único, no obstante realmente sucede que los psicólogos dicen que no funciona así, sino que es un fenómeno de desarrollo.
Esto no quiere decir que seas una persona distinta cada día que te levantas. De hecho, a corto plazo el cambio suele ser imperceptible, sin embargo hay estudios longitudinales, en los que los especialistas examinaron las personalidades de los participantes regularmente durante muchos años, que sugieren que nuestra personalidad es verdaderamente estable en escalas de tiempo más cortas.
En un estudio, que se publicó en 2000 en la revista Psychological Bulletin, los investigadores monitorearon los resultados de 152 estudios longitudinales acerca de la personalidad, que siguieron a miembros de edades comprendidas entre la infancia y los 70 años.
Así, cada uno de estudios, midió las tendencias en los rasgos de personalidad de los “cinco grandes”, es decir, la extroversión, la amabilidad, la conciencia, la apertura a la experiencia y el neuroticismo. Los especialistas hallaron que los niveles individuales de cada rasgo de personalidad, en relación con otros miembros, tendía a mantenerse consistente dentro de cada década de vida.
Ese patrón de consistencia empieza alrededor de los tres años, y tal vez incluso antes, ya que, cuando los psicólogos estudian a los infantes, no miden los rasgos de personalidad de la misma forma que lo realizan con los adultos.
Cambios de personalidad al envejecer y su nivel temperamental
Sin embargo, por otro lado sí miran el temperamento, quiere decir, la intensidad de las reacciones de una persona al mundo. Venimos al planeta con temperamentos únicos y los estudios sugieren que nuestros temperamentos de niños (si somos tranquilos o propensos a las rabietas, ansiosos…) corresponden a los rasgos de personalidad de los adultos.
El temperamento pasado parece perjudicar la experiencia de la vida posterior. Por ejemplo, un estudio de 1995; publicado en la revista Child Development, persiguió a niños desde la edad de 3 hasta los 18. En él, los investigadores hallaron que los infantes más tímidos y retraídos tendían a convertirse en adolescentes más infelices.
Pero esas décadas van sumando. A lo largo de todos esos años, la personalidad cambia, pero lentamente. En 1960, los psicólogos encuestaron a más de 440.000 estudiantes de secundaria, alrededor del 5% de todos los estudiantes del país en ese momento.
Así, respondieron a preguntas de todo tipo, desde cómo reaccionar ante situaciones emocionales hasta qué tan eficientemente hicieron su trabajo.
Cincuenta años más tarde, los especialistas hallaron a 1.952 de estos exalumnos y les dieron la misma encuesta. Los resultados, publicados en la Revista de Personalidad y Psicología Social, indican que los participantes obtuvieron puntajes mucho más altos que cuando eran adolescentes en preguntas que miden la calma, la confianza en sí mismos, el liderazgo y la sensibilidad social.
Una mejor personalidad en la edad adulta
De esta forma, una y otra vez, los estudios longitudinales han encontrado resultados similares. La personalidad tiende a “mejorar” con el tiempo, algo que los psicólogos llaman el “principio de madurez”. Las personas se vuelven más extrovertidas, emocionalmente estables, agradables y conscientes a medida que envejecen.
Algunas personas pueden cambiar menos que otras, pero, en general, el principio de madurez se aplica a todos. Eso hace que el cambio de personalidad sea aún más difícil de reconocer en nosotros mismos: cómo podemos comparar nuestra su personalidad con la de sus compañeros cuando todos están cambiando a la misma vez que yo.
Igualmente, la evidencia prevé que no cambiamos por eventos dramáticos de la vida, como el matrimonio; nacimiento de un hijo o la pérdida de un ser querido, ya que, de acuerdo algunos psicólogos; estos eventos refuerzan nuestra personalidad a medida que llevamos nuestra manera de ser a esa situación particular.
Fuente: Noticiasensalud
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